domingo, 14 de septiembre de 2014

ROMA VIDA COTIDIANA

Maneras de vivir : Roma : Civitas ( 1ª parte ).


La palabra civilización proviene de la palabra latina civitas.Los antiguos romanos entendían la civitas como un espacio común y una forma de relacionarse en comunidad.
La república romana, y más tarde el imperio ,constaba de una gran red de ciudades comunicadas entre sí por una excelente red de carreteras y caminos. En el centro de esta red se situaba Roma, la urbs, centro económico, religioso y administrativo.
En el mundo romano, la vida diaria se realizaba en la calle. Se pavimentaban con baldosas de piedra, aceras bien definidas y una especie de pasos de peatones con unas piedras elevadas que permitían cruzar la calle sin mancharse los pies, ya que a menudo estaban repletas de excrementos de animales. Había unas aberturas laterales que conducían las aguas residuales y el agua de lluvia hasta las alcantarillas.
Por debajo circulaba el agua limpia a través de unas tuberías de plomo que conducían el agua que llegaba a la ciudad por los acueductos y lo repartía hasta las fuentes públicas, las termas y algunas de las domus de mayor prestigio.
Las calles tenían diferentes anchuras, según su importancia: las grandes avenidas, que comunicaban las puertas de la ciudad con el foro; vías secundarias, menos importantes, a veces simples callejones, que dividían y articulaban los diferentes barrios.
Las ciudades de nueva construcción usaban el orden octogonal que se había usado para distribuir el terreno entre los colonos, con las calles orientadas según los puntos  cardinales, el cardo de norte a sur y el decumano de oeste a este.
Pero esta organización se vio afectada por la presión demográfica y la especulación del suelo.
Durante los últimos siglos de la república, Roma recibía diariamente nuevos habitantes, cada vez en mayor número: campesinos arruinados por los grandes latifundios, antiguos soldados y gente de todo el orbe conocido atraídos por las oportunidades de la gran ciudad.
La escasez de espacio en roma obligo a la construcción en altura, insulae, bloques de pisos de varias plantas, con viviendas en los pisos superiores (pergulae) y pequeños comercios o talleres en la planta baja (tabernae).
La enorme versatilidad del ladrillo romano permitió a los especuladores inmobiliarios alojar a la población en altura; cuanto más altas eran las insulae, mas inquilinos cabían, y los beneficios de los dueños de los solares eran mayores.
Proximidad entre Insulas.
Y para aumentar más aun esos beneficios, propietarios sin escrúpulos a menudo construían con prisa y con materiales poco solidos, lo que llevaba a frecuentes incendios y derrumbamientos.


(Craso, miembro del primer triunvirato junto a Cesar y Pompeyo, obtuvo gran parte de su enorme fortuna gracias a la especulación urbanística: compraba a muy bajo precio las parcelas que habían quedado libres por un incendio, y edificaba de nuevo. Quizás el mismo Craso “alentaba “ esos incendios ).
Otro serio problema de estas edificaciones era el uso del agua : mientras los vecinos de las plantas más bajas disfrutaban del agua corriente, los que habitaban las plantas superiores se veían obligados a utilizar el método tradicional de subir el agua en cubos, subiendo fatigosamente un gran número de escaleras.
La gran mayoría de estas insulae no disponían de desagües en sus propias casas, careciendo incluso de pozos sépticos y viéndose obligados a transportar sus aguas sucias al vertedero más cercano (stercus). Pero muchos optaban por evitar tan desagradable trabajo y arrojaban la inmundicia directamente a la calle. Muchos juicios se celebraban en Roma debido  a que viandantes sorprendidos por lluvias de excrementos exigían las correspondientes indemnizaciones.
Tener cocina era un lujo para la mayoría, así que la gente acudía a las lixae, puestos callejeros donde se vendía comida, o a las popinae y cauponae, hostales en los que se servía comida y bebida.
 Cauponae en Pompeya.
La vigilancia de los edificios y las actividades que en ellos se realizaban era responsabilidad de los aediles, que dependían de dos duumviri, que eran una especie de alcaldes o jueces.
Los ediles velaban para que nadie ocupara las aceras y las calles por intereses privados, para que se respetaran las normas de edificación y que se cumplieran las normas de salubridad e higiene. La Lex iulia municipalis de Julio Cesar obligo a los vecinos a limpiar su portal y el trozo de calle aledaño. Cada vecino tenía que asumir el coste de construcción y mantenimiento de la calle y las aceras situadas frente a su vivienda.
Para intentar controlar la tremenda cantidad de incendios que se producían en la roma imperial, se creó un cuerpo mixto de policía y bomberos, los vigiles, una fuerza compuesta por unos 4.000 hombres que se dedicaba a patrullar por la noche e intervenían si se producía un incendio. En las otras ciudades romanas, la extinción de incendios  era competencia del colegio de los fabri, obreros de la construcción acostumbrados a trabajar en equipo.
Para evitar accidentes y atropellos, Julio Cesar promulgo una ley que prohibía que los carros circulasen por el día, excepto los que participaban en las obras públicas. Por las calles, de día, solo se veían ciudadanos andando, o en litera, si eran ciudadanos ricos. Así que el suministro de la ciudad se realizaba siempre de noche, con una gran cantidad de carros transportando mercancías de todo tipo.
A comienzos del siglo I, el emperador Augusto fijo por ley la altura máxima de las insulae: 70 pies en seis plantas, aprox. 21 metros, lo que mejoro un poco la habitabilidad de las insulae y limito un poco los  excesos urbanísticos.

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