miércoles, 12 de noviembre de 2014

LAS MENINAS Y LA VIDA DOMESTICA RENACENTISTA

Las mujeres en la Corte de los Austrias

Las Meninas - Velázquez
Las Casas Reales eran las encargadas del cumplimiento del ceremonial y de la etiqueta, así como de mantener el boato y la magnificencia de las que se rodeaban los Austrias, símbolo del poder monárquico. En tiempos de Felipe II, la Casa de la Reina se separó de la del Rey. Apenas diferían en estructura y funciones, pero la de la Reina carecía de guardias reales y acemilería, y los actos religiosos eran compartidos con los empleados del rey.
Las damas, cuyo número osciló entre 30 y 150 dependiendo del reinado y del momento, cobraban por el puesto que ocupaban, que era susceptible deascensos. Por tanto, existía una jerarquía, siendo el cargo más importante el de Camarera Mayor, seguido del de Dueñas de Honor. Después iban las damas, azafatas y las criadas de cámara y mozas de retrete; lavanderas, guardadamas mayores y menores, etc. Por último estaban las enanas.
La camarera debía dormir en el cuarto contiguo al de la reina. Generalmente era viuda, muy ducha en protocolo y, desde luego, de noble cuna. Su atención a la reina era constante, la asistía durante el aseo y la acompañaba en sus salidas. Además, velaba para que el comportamiento de las damas se ajustara al decoro. En cuanto a las Dueñas de Honor, eranviudas pobres de buen linaje, cuya principal misión consistía en acompañar a las solteras y responsabilizarse de ellas.
Margarita de Austria, reina de Felipe III
Mención aparte merecen las nodrizas, que gozaban de especial protección durante el tiempo que duraban sus servicios. Una agresión sexual a una nodriza podía ser constitutiva de delito de traición, por la posibilidad de que afectara a su labor. Es de destacar que en tiempos de Carlos II se empleó a 31, junto con otras 62 suplentes por si eran necesarias. 
Terminado el plazo para el que se las había empleado, la nodriza recibía una pensión, o bien empleos para sus esposos e hijos. A veces, incluso, permanecía en la corte y ejercía mucha influencia, como doña Ana de Guevara, nodriza de Felipe IV, quien tuvo un papel relevante en las conspiraciones contra Olivares.
Aparte de la nodriza, el aya de los infantes cuidaba de la crianza y alimentación de los hijos del rey. Los acompañaba, se ocupaba de que sus aposentos estuvieran en perfecto estado y de que se les sirviera con todos los honores. Además, dormía en su misma cámara.
Doña Margarita de Austria, madre de Felipe IV, aparte las cuatro Damas titulares de cargos, solía tener a su servicio otras cuatro más. Pero el personal femenino iba a multiplicarse tanto que al bautizo de Carlos II asisten ya 5 meninas, que son las futuras damas, menores de quince años; 18 damas; la Guarda mayor del Palacio de la Reina, 5 señoras de honor, el Aya del Príncipe y la Camarera de la Infanta. Se calcula que la reina doña Mariana tenía más de 300 mujeres a su servicio.
Se llegaba a alcanzar uno de esos codiciados puestos entre las damas de la reina como recompensa hacia algún miembro de la familia cuyos servicios merecían ser distinguido con algún honor, o bien por mera tradición familiar. A pesar de la escasa libertad de la que gozaban, tenían permiso para visitar a sus parientes. A veces llegaban a palacio siendo aún unas niñas, y era una buena oportunidad para aprender los usos cortesanos y hacer una buena boda, con un matrimonio que debía ser autorizado por la reina. 

Mariana de Austria, reina de Felipe IV

Durante el siglo XVII las damas de palacio residían en los pisos altos, disponiendo cada una de habitaciones particulares para sí mismas y para las dos sirvientas que permite la etiqueta, además de las suplementarias que procediera tener. 
El Alcázar, suntuosísimo, está lleno de lujo y elegancia, un lugar que las damas de la reina animan con su juventud, belleza y alegría. “No han de vivir confinadas en harén, como sus predecesoras musulmanas, ni siquiera en clausura de gineceo, sino que circulan, aunque jamás solas, por cámaras y salones, corredores, patios y jardines; decoran las fiestas de la corte, las procesiones y otros desfiles, salen en público acompañando a los reyes; tienen, pues, innumerables oportunidades de ver y de ser vistas. No es extraño que procuren atraer hacia su gentileza natural o sus adquiridas pero bien compuestas galas, la atención masculina… Corresponden, lógica y cortésmente, los varones con miradas, sonrisas, piropos, pláticas y valiosos obsequios”.
Había pocos solteros jóvenes, porque la mayoría o bien se encontraban sirviendo lejos de la corte o su juventud no les había dado aún rango suficiente para ser allí recibidos. La mayoría de las parejas que “se anudan, divorcian, entrecruzan o intercambian” suelen ser entre un hombre casado y una mujer soltera. Esto es moderadamente tolerado, aunque cuando la dama se case ya no gozará de tal permisividad y habrá de guardar la mayor circunspección, porque“el hombre reputa baldón imborrable consentir que llegue a ser depositaria de su honor y madre de sus hijos doncella o viuda con mácula de liviandad presunta, cuanto más notoria y divulgada en la corte”.
Ana de Austria, reina de Felipe II
Existe separación de sexos en estrados, carrozas, templos, teatros, plazas de toros y demás lugares de reunión. En los desfiles, procesiones y demás ceremonias llevan los lados de cada dama dos gentileshombres, y la cola un mayordomo. No se puede mantener conversaciones particulares mientras se danza, porque la conversación no se considera adecuada a los movimientos majestuosos de la danza ni al rígido protocolo o “la indefectible e indiscreta proximidad de ojos y oídos, benévolos u hostiles, pero invariablemente curiosos, avizores, expertos y agudísimos. El único diálogo sutil permitido se mantiene a distancia, con el lenguaje pueril de los dedos, y el hábito imprime a este habla por señas ritmo vertiginoso, que solo, muy atentos, pueden seguir los iniciados”.
La religiosidad de Margarita de Austria llegaba al extremo de incitar obsesivamente a sus damas para que entraran en un convento. Llevaba su misticismo a tal grado que cuando estaba en la capilla tenía visiones y creía oír voces. Sobre estas premisas, el rigor debía de ser asfixiante para cualquiera de sus damas, y marcaría la pauta de lo que habría de ser la vida en la corte a lo largo de ese siglo. Ciertamente la disciplina se burlaba de continuo, pero los amores clandestinos se enfrentaban a las posibles denuncias, y las consecuencias podían ser muy graves. Ello no consiguió impedir que durante la regencia de Mariana de Austria los galanteos estuvieran tan a la orden del día que fue imposible acabar con ellos. Los galanes eran demasiado osados, y su alcurnia los protegía. El Mayordomo Mayor, desesperado y escandalizado por tanta inmoralidad, en 1666 insta a la reina a hacer algo al respecto. Era aún la época del donjuanismo. Hacía unas décadas que Tirso de Molina había recogido en su Burlador de Sevilla el mito de Don Juan. 

Bibliografía:
Vida y reinado de Carlos II – Duque de Maura
Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII – Laura Oliván Santaliestra
elartedelahistoria.wordpress.com/2008/01/04/las-nodrizas-en-la-corte-de-los-austrias/
mujeresdelacorte.blogspot.com.es/2009/03/damas-de-la-corte.html

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