viernes, 10 de octubre de 2014

LA VIVIENDA

  
NOTA: Los hipervinculos  los llevaran a mas material sobre el tema

Las condiciones materiales de existencia para el hombre y la mujer medievales serán bastante precarias debido a su dependencia del medio natural. Sería lógico pensar que estas condiciones variaban en relación con las diferencias sociales. Fuertes diferencias encontramos entre las casas o las ropas de los señores feudales y los altos clérigos respecto a las de los labriegos o humildes artesanos. Aún así también las clases altas tenían amplias carencias que, de esta manera, igualaban a la sociedad. Las casas desempeñaban diversas funciones; eran refugio ante las inclemencias naturales, residencia de la familia y el centro de las actividades productivas. La vivienda de los campesinos también era granero y establo mientras que en los núcleos urbanos la casa de los artesanos incluía también el taller. La chimenea era uno de los elementos fundamentales de la casa al representar el hogar y la unidad de percepción fiscal. Los documentos de la época hacen referencia a fuegos por lo que los estudios demográficos difieren a la hora de aplicar el número de personas que habitaba ese fuego. Las viviendas humildes eran tremendamente sencillas: constaban de un amplio espacio donde se vivía y trabajaba, se comía y se dormía. Las casas solían ser de madera aunque también podían incluir ladrillo, adobe o piedra. Debemos advertir que en las ciudades se empiezan a manifestar importantes transformaciones en cuanto a la división del espacio. En este ámbito urbano las casas tenían dos pisos, estando la zona a pie de calle destinada a la tienda o taller y a zona de cocinas, donde también se comía. Al fondo de la planta baja encontramos un patio con un pozo. La segunda planta es la zona de habitaciones comunicada con la planta baja por una escalera. Sobre este primer piso estaba el granero y en el subsuelo hallamos la bodega. En buena medida repite el esquema de los chalets adosados de la actualidad. Las baldosas que cubren los suelos, las letrinas o los cristales que cierran las ventanas serían signos evidentes del progreso económico y social de los habitantes de la vivienda. Hablando en términos númericos, los habitantes de esta casa modelo urbana dispondrían de unos cien metros cuadrados de vivienda. Otro tipo de viviendas urbanas serían los típicos corrales castellanos donde gente de condición modesta organizaban sus casas alrededor de un patio donde estaba el pozo común. Las viviendas eran pequeñas y las letrinas de uso conjunto. En Sevilla las casas también se organizaban en torno a patios, evidencia de la influencia musulmana. Las limitaciones caracterizaban el mobiliario medieval. La cama, la mesa, los asientos o bancos y las arcas eran los cuatro muebles básicos en una casa. El más importante era la cama -en Castilla decir que alguien "no tiene más que la cama sobre la que se echa" era sinónimo de pobreza"-, generalmente de gran tamaño ya que la familia solía dormir conjuntamente. En numerosas ocasiones la cama se construía con unos bancos o tablas sobre las que se colocaban las colchas, siendo un mueble desmontable. En las casas nobles la cama era una estructura estable que se adornaba con un dosel. Los colchones eran de paja -los más pobres- o plumas. La ropa de cama también variaba en función de la condición social. Las mesas cumplían un importante papel en la vivienda medieval. También podían ser desmontables -un tablero sobre caballetes que se quitaba cuando acababa la comida, de donde viene la expresión "quitar la mesa" - o fijas, incluso adosadas a la pared. El médico sevillano Juan de Aviñón establece que la altura óptima de las mesas debía ser de tres palmos. Acompañando a la mesa encontramos los bancos. Este mismo médico también hace referencia a sus medidas ideales: dos palmos de anchura y entre uno y medio y dos de altura. Para amortiguar la dureza de la madera con que estaban construidos se utilizaban cojines. Los enseres de la familia se guardaban en arcas, desde los vestidos a los utensilios, alimentos o los escasos libros. Podíamos considerar que realizaban la función de los actuales armarios y también eran utilizados como asientos. Se cerraban con complicados herrajes. Braseros, candiles, alfombras, esteras, espejos, cubas, jarras, tinajas y un amplio etcétera formaban el catálogo de objetos existentes en las viviendas.

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VIVIENDA

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Fig. 1 Dibujo de molinos de viento y de agua utilizados en la edad media. Fuente:Behling y Behling 1996.
Fig.2Molino de agua diseñado por Vitruvio,comúnmente utilizado desde tiempos del imperio romano. Fuente: Behling y Behling 1996
Aunque para algunos historiadores la Edad Media constituye una época oscura, rústica, antimecánica, estática e incluso irracional, es en esta etapa de la historia cuando se inventa un conjunto de artilugios mecánicos como la bomba de succión, el reloj, el telar horizontal, la noria, el molino de viento y el movido por las mareas (Fig. 1 y 2), así como otras innovaciones en la agricultura, la industria primaria y la construcción, que hicieron posible posteriormente la aplicación de una serie de mejoras en las condiciones de vida dentro del hogar. Además, con el surgimiento de la ciudad libre y el nacimiento de la burguesía, se dieron grandes pasos en la evolución de la vivienda. Los burgueses, a diferencia de los clérigos que vivían en monasterios y de la aristocracia que vivía en grandes castillos, vivían en casas.
La vivienda medieval española no se diferencia mucho de las del resto de Europa hasta la invasión de los árabes y beréberes en el año 711, quienes ocupan casi la totalidad de la península y trajeron consigo una nueva mentalidad y una nueva forma de vida las cuales se manifestaron en el aspecto físico de las ciudades y en especial, en el de las casas. En efecto, las ciudades fueron cambiando su configuración espacial; las residencias se amontonaron en un conjunto de calles angostas donde prácticamente no existían alineaciones rectas. La calle, en ese momento, se convirtió en un subproducto de la repartición del suelo dedicado especialmente a la casa. Ejemplos de esto los podemos hallar en Toledo, Sevilla, Málaga, Córdoba, y otras tantas ciudades y pueblos de España.

TECNOLOGÍA Y VIVIENDA



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Las casas medievales eran muy diferentes de las actuales. Los campesinos pasaban la mayor parte del día fuera, por lo que las corrientes de aire y la escasa luz de las ventanas sin cristales no les molestaban. Para alumbrarse, pelaban un junco y lo mojaban en manteca, y eso ardía como una vela. Todo se mantenía lo más limpio posible: los suelos de tierra se solían desgastar a fuerza de barrerlos. La vida doméstica era mucho más en común que la actual, ya que las familias enteras comían, dormían y pasaban su tiempo libre juntas en su hogar de uno o dos cuartos. Las casas de los ricos eran mucho más complicadas. Hacia el siglo XIII, algunos nobles tenían un recinto privado para su familia: el aposento. Solaban sus habitaciones con baldosas adornadas y colgaban tapices en sus muros. Resultaba posible juzgar la categoría social de una casa mirando a sus ventanas. Los pobres sólo tenían huecos cubiertos de postigos de madera que se cerraban de noche o cuando hacía frío. La gente acomodada disponía de ventanas traslúcidas, de varillas cruzadas cubiertas de tela empapada en resina y sebo. Dejaban pasar la luz y evitaban las corrientes, y podían abrirse cuando llegaba el buen tiempo.
Apareció entonces una próspera clase mercantil que comenzó a construirse grandes casas señoriales en las ciudades y feudos rurales. Esta relativa calma mejoró las condiciones de vida de los siervos de la gleba, pero los problemas urbanos, agravados por la expansión demográfica de la baja edad media, mantuvieron en condiciones de miseria a la mayoría de sus habitantes. Hacia el final del medievo las casas señoriales evolucionaron hasta convertirse en palacios. Estas nuevas construcciones consistían en sofisticadas viviendas para la nobleza eclesiástica y mercantil, o para las familias gobernantes, que ocupaban un edificio entero y contenían estancias ceremoniales, aposentos para los señores y habitaciones para un gran número de sirvientes y cortesanos de todo tipo.
Tendencias evolutivas detectadas a partir de una información fragmentaria. A lo largo de este amplio periodo que abarca casi 800 años observamos dos tendencias de larga duración en tomo a la caracterización de la vivienda.
Entre una y otra, el punto de inflexión parece estar próximo al cambio de milenio.
A). Los datos que conocemos del periodo anterior al año 1000 presentan una relativa homogeneidad, cuyos rasgos visibles pueden formularse en los siguientes términos:
Empleo mayoritario de la piedra como material de construcción, extraída de las canteras locales o re aprovechada de edificios arruinados.
Uso de la madera reservado a las cubiertas y zonas altas de las viviendas Empleo de técnicas constructivas rudimentarias: muros de mampostería asentada en seco, materiales apenas desbastados y ausencia de cimentaciones.
Las divergencias más destacadas se observan en las plantas de las viviendas, donde se documentan tanto espacios unitarios y simples, como complejos y de difícil comprensión, al albergar estos últimos otros recintos trapezoidales o cuadrangulares, cubiertos o no y de dimensiones que pueden superar los 200 m2 o no llegar a los 50.
Esta variedad morfológica y la ausencia de patrones constructivos se explica por la existencia de dependencias especializadas en función de las distintas actividades productivas desarrolladas por sus habitantes, aunque salvo casos excepcionales no se ha podido establecer una relación precisa entre forma y función. Sólo la presencia de hogares, de bancos corridos adosados a las paredes o de elementos de tipo artesanal ofrece alguna pista. En este sentido es significativo, aunque no general, el hallazgo de prensas empleadas en la obtención de vino y aceite, de piedras circulares pertenecientes a molinos de mano, de residuos de resina para obtención de pez destinado, tal vez, a impermeabilizar odres o toneles de madera y de un horno de dimensiones considerables.


En el siglo X y en los siguientes se observa un conjunto de constantes que si en determinados aspectos continúan las características del periodo anterior, en otros modifican la imagen de la vivienda, lo que no es sino el reflejo de los cambios profundos que en los dos primeros siglos del II milenio experimentó la sociedad.
Entre las permanencias se ha de señalar el empleo de sistemas constructivos rudimentarios: piedras apenas desbastadas, muros irregulares e inestables, ausencia de zanjas de cimentación y de argamasa. La novedad más destacada es tal vez la simplificación de las plantas que, independientemente de su contextualización en una aldea de poblamiento agrupado o disperso, responden al modelo de la denominada casa elemental característica de amplias zonas de Europa Occidental en la Edad Media.
De dimensiones que raramente superaban los 50m2, organizaban el espacio interior en dos mitades: la delantera ocupando dos tercios de la planta dedicada a hogar y vivienda y la trasera a dormitorio y ocasionalmente a almacén; aunque los usos específicos están pendientes de confirmar empíricamente. Tanto la morfología como las dimensiones de las habitaciones, durante todo el periodo estudiado y en todas las comarcas, vinculan la casa con el asiento de familias conyugales.
Ninguno de los datos disponibles permite sostener la existencia de familias extensas cohabitando bajo el mismo techo, ni de una organización del hábitat en función de jerarquías de tipo gentilicio establecidas por criterios de parentesco y antigüedad, puesto que la homogeneidad de las edificaciones, sólo se ve rota por la presencia de la iglesia, el castillo o la casa torre, reflejo del dominio señorial, contrapuesto a sistemas sociales de base gentilicia. Delante de la casa se dispusieron otros recintos, definidos por cercados de piedra apenas amontonada, reservados para los animales. Esta delimitación de ámbitos, al favorecer el aprovechamiento económico de los recursos ganaderos, constituye un síntoma de la tendencia a imbricar en la explotación campesina la actividad agrícola y pecuaria, lo que a su vez es reflejo de la expansión productiva, motivada por la modificación de los sistemas de cultivo, cada vez más intensivos y necesitados de abonos orgánicos.
Se constata en determinados asentamientos un intento de economizar medios en las construcciones aprovechando afloramientos de la peña natural, creando así un tipo peculiar de vivienda extendido por áreas de montaña, relacionado -pese a que tradicionalmente se ha explicado por la dinámica de la reconquista y repoblación- con la expansión agrícola, espontánea, iniciada con anterioridad al siglo X por un campesino libre pero pobre que, como señaló P. BONASSIE (1993: 60), en su lucha contra el hambre, desbrozó el bosque, drenó las tierras húmedas, ocupó las marginales y preparó bancales para cultivo en las laderas.
El crecimiento económico creó a su vez la necesidad de almacenar la producción en espacios destinados a ese fin.
En la documentación escrita aparecen los horreos o las cellas; en la arqueológica los silos excavados en los suelos de las casas o en los alrededores. Muchos de ellos, de capacidad limitada, se amortizaron a lo largo del siglo XII, probablemente debido a que el triunfo y consolidación de la aristocracia señorial los haría innecesarios, puesto que fue esta clase la única beneficiaria de los cambios experimentados en los sistemas sociales de producción, al captar los excedentes productivos a través de la expansión de la renta feudal.


Los efectos del desarrollo productivo iniciado con anterioridad al año 1.000, cuyos resultados, como se ha visto, quedaron reflejados en la estructura de la vivienda, favorecieron la implantación del sistema feudal y provocaron otros cambios entre los que se destaca el renacimiento del mundo urbano y del mercado, que a su vez constituyó un estímulo a la economía rural. La participación de algunos campesinos en los circuitos económicos recién creados motivó su enriquecimiento y prosperidad, lo que se dejó sentir de nuevo en la casa que – A partir del siglo XIl- sufrió diversas transformaciones tendentes a mejorar las condiciones de habitabilidad, imitando modelos urbanos o señoriales.
En este sentido se observa la ampliación del espacio de las viviendas y el aumento del número de habitaciones utilizadas como taller, almacén, bodega, cocina, comedor, sala y dormitorio.
En ocasiones, la expansión fue tan expresiva que se efectúo sobre la antigua «casa elemental», al yuxtaponer al núcleo fundacional anexos especializados para el desarrollo de actividades específicas, cada vez más diversas y alejadas de la autosubsistencia.
También, incluso en núcleos de poblamiento disperso o no muy compacto se aprecia que los animales fueron alejados de las habitaciones de la familia, creando cobertizos, corrales y construcciones nuevas que podían estar organizadas en torno a un patio -como en Castilla-, estar separadas de las viviendas por una especie de hall que individualizaba nítidamente ambos espacios -como sucede en el manso B de Villosiu-, o ser exentas, con áreas vacías en su alrededor.
Apareció también la casa de pisos, que triunfó entre los campesinos enriquecidos, quienes reprodujeron algunos aspectos formales de las casas torres señoriales con el objeto de demostrar su prestigio social. Pese a ello no tuvieron carácter defensivo, ya que fueron tan sólo casas de labranza en las que los animales quedaron segregados al piso bajo, en tanto que en el primero se dispuso la sala, hogar y dormitorios. Los primeros testimonios peninsulares que conocemos, datado s a fines del siglo XIII y XIV, se refieren al ámbito mediterráneo. En Navarra se documenta en núcleos muy compactos, próximos a tipología de carácter urbano y en el área atlántica del País Vasco no hizo su aparición entre los campesinos hasta finales del siglo XV, de la mano del caserío.
Las técnicas, por otro lado, mejoraron. Se continuó utilizando piedra de procedencia local, pero se regularizó y ordenó en hiladas unidas con argamasa. Irrumpieron también en el paisaje nuevos materiales como la teja curva, las baldosas de arcilla cocida y los ladrillos, que se emplearon en todas las partes de la casa: suelos, paredes -rellenando entramado s de madera- y tejados. Estos materiales comenzaron a fabricarse en toda Europa a partir del siglo XIII momento del que ya existen referencias textuales a hornos de fabricación de ladrillos en las grandes ciudades castellanas o leonesas (M. C. CARLE, 1982). En la siguiente centuria su uso estaba ya muy extendido incluso en zonas consideradas marginales
Las condiciones de habitabilidad mejoraron también al construir fogones, hornos de pan, hogares adosados a las paredes que permitieron la apertura de chimeneas en los muros, alacenas, ventanas ... Incluso el mobiliario que, hasta la Baja Edad Media era muy reducido y poco variado, limitado a algunas ollas cerámicas destinadas a la cocción de alimentos, se diversificó: aparecieron entonces platos, jarras, escudillas, fuentes y una vajilla más completa destinada a cubrir un número mayor de usos.
Estos cambios que venimos comentando no se produjeron de forma lineal; en el proceso hubo retrocesos y fuertes impulsos y su incidencia no fue la misma en todas las comarcas ni en todos los grupos sociales, incluso entre individuos que gozaban del mismo estatus jurídico. A modo de ejemplo se puede recordar el hecho de que todavía avanzada la Edad Media perduraban costumbres atávicas, como la de enterrar a los niños en el suelo de las viviendas.

PARA VER CINE CON UNA MIRADA HISTÓRICA

CINE SOBRE EL MEDIOEVO

En la mayoría de la filmografía medieval las raíces históricas de personajes y sucesos están transformadas por el filtro literario y la leyenda (Los nibelungos, Barba Azul, Lady Godiva, El mantial de la doncella, La papisa Juana), además de por el espectáculo o la aventura inherentes a buena parte de unas películas que idealizan la Edad Media. En realidad, los datos son tan escasos en la documentación previa que los filmes con rigor histórico resultan excepcionales. Incluso se da la paradoja de que algunas de las mejores películas sobre la época, que intentan reflejar algo de su mentalidad, (El nombre de la rosa, El séptimo sello, Los señores del acero, El último valle) son fruto de la pura invención de nuestros contemporáneos.
En algunos casos, se ha buscado la traslación al cine de epopeyas nacionales de origen literario (La chanson de Roland, El Cid, Los nibelungos, El valle de las espadas) y de otras obras medievales de referencia (El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, Tres historias de amor). Las presiones del imperio otomano y las tensiones de las cruzadas han quedado reflejadas, entre otras, en Solimán el conquistador, El talismán, Lionheart o en Las cruzadas, espectacular recreación de DeMille según su particular estilo.
La épica domina gran parte de los relatos sobre reyes y gobernantes, uno de los formatos más frecuentados del cine medieval. La filmografía hegemónica es acerca del medievo inglés con adaptaciones -confesas o no- de Shakespeare y coetáneos suyos sobre monarcas (Ricardo III, Enrique V, Eduardo II, Campanadas a medianoche, Alfredo el Grande, El león de invierno, Corazón de león, La torre de Londres) y obras de referencia como Becket, a partir de drama de Jean Anouilh, o Braveheart, sobre el líder escocés.

OTRA VISIÓN

Las relaciones entre el cine y la Edad Media empezaron por la fantasía de las películas de aventuras llenas de caballeros espléndidos y damas de larga caballera primorosamente peinada, y evolucionaron hacia el realismo "sucio" de esas otras películas que intentan mostrar la "verdadera" cara medieval. Hay mucha, mucha distancia entre la perilla de Errol Flynn en Robín de los bosques y las batallas de El reino de los cielos de Ridley Scott, o entre el impecable Camelot de Los caballeros del rey Arturo de Richard Thorpe y la sobrecogedora miseria que inunda Los señores del acero de Paul Verhoeven. Puede que dentro de poco veamos películas ambientadas en la Edad Media tan realistas que saldremos del cine manchados de sangre, pero no tan emocionantes como El halcón y la flecha. Las películas del Alto Cine Medieval (más alejado de nuestros días) se corresponden con la imagen "positiva" de la Edad Media: torneos, vida de corte, caballeros fieles y príncipes magnánimos; sin embargo, las películas del Bajo Cine Medieval (el más cercano) se centran en la imagen "negativa" (que algunos confunden con la imagen realista) de la Edad Media: pobreza, hambre, peste, desorden político, abusos contra los campesinos y supersticiones del pueblo.
De la historia de la península ibérica se recrean las figuras de los Reyes Católicos y su época (Locura de amor, La leona de Castilla, La espada negra, La reina Isabel en persona, Juana la loca); hay filmes sobre la cultura musulmana (Los cien caballeros, Al Andalus), las disputas dinásticas (Pedro el Cruel, La reina santa) y una expedición del reino de Navarra fuera de la piel de toro (La conquista de Albania). La Italia medieval es el escenario de aventuras e intrigas sobre los Borgia (La máscara de los Borgia, Lucrece Borgia, Le notti di Lucrecia Borgia, El príncipe de los zorros, El duque negro), relatos costumbristas (El Decamerón), biografías de san Francisco (Francesco, Francesco d'Assisi, Francesco, giullare di Dio, Hermano sol, hermana luna) etc.
Eisenstein tiene en su haber el díptico sobre el primer zar de todas las Rusias (Iván el terrible y La conjura de los boyardos) además de Alejandro Nevsky. De Asia hay aventuras en torno a la figura del fundador del imperio mongol, Genghis Khan (Genghis Khan, El conquistador de Mongolia, Los mongoles, La princesa Samarkand), y al viaje de Marco Polo (Las aventuras de Marco Polo, Marco Polo, La conquista de un imperio). El contexto medieval da lugar a invenciones de todos los géneros, particularmente de aventuras sin base histórica (El halcón y la flecha, Lady Halcón, Ivanhoe, La rosa negra, La espada normanda, Los invasores) -algunas de ellas planteadas como viajes en el tiempo (Navigator: una odisea en el tiempo, El caballero negro)-, pero también hay comedias (La armada Brancaleone, Blanche, El soldado de fortuna), filmes de terror (La máscara de la muerte roja), fantasía (Dragonheart), biografías de santos (con los varios títulos sobre Juana de Arco, Cotolay) e indagaciones sobre la brujería y los conflictos religiosos (Dies Irae, Belladona, Le Moine et la sorcière).

FILMS SOBRE LA EDAD MEDIA EN LA HISTORIA DEL CINE. En rojo los mas fácil de conseguir

Abdicación (La Abdicación, Anthony Harvey, 1974)
Al Andalus (Jaime Antonio Tarruella Oriol y, 1988)
Alejandro Nevsky (Aleksandr Nevskij, Sergei M. Eisenstein, 1938)
Alfredo el Grande (Alfredo el Grande Donnier, Clive, 1969)
Andrei Rubliov (Andrei Tarkowski, 1966)
La armada Brancaleone (L'armata Brancaleone, Mario Monicelli, 1965)
Las aventuras de Marco Polo (Las aventuras de Marco Polo, Archie Mayo, 1938)
Barba Azul (Azul Barbe, Christian-Jaque, 1951)
La batalla de los Tres Reyes (Ben Barka Suley, 1990)
Becket (Peter Glenville, 1963)
Belladona (Kanashimi no beradonna, Eiichi Yamamoto, 1973)
Blanche (Walerian Borowczyk, 1971)
El bordón y la estrella (León Klimovsky, 1966)
Braveheart . Corazón Valiente (Mel Gibson, 1995)
El caballero negro (El Caballero Negro, Gil Junger, 2001)
Los caballeros teutónicos (Krzyzacy, Aleksander Ford, 1960)
Campanadas un Medianoche (Campanadas a medianoche, de Orson Welles, 1965)
Chanson de Roland (Cassenti Frank, 1977)
El Cid (Anthony Mann, 1961)
Los caballeros Cien (Vittorio Cottafavi, 1965)
La conjura de los boyardos (Ivan Grozni II, Sergei M. Eisenstein, 1945)
La conquista de Albania (Alfonso Ungría, 1984)
La conquista de las Naciones Unidas imperio (L'Echiquier de Dieu, Denys de La Patellière, 1965)
El conquistador de Mongolia de (El Conquistador, Dick Powell, 1955)
Corazón de león (La Flecha Negro, Douglas Gordon, 1948)
Cotolay (José Antonio Nieves Conde, 1965)
Las Cruzadas (Las cruzadas, de Cecil B. De Mille, 1936)
Los cuentos de Canterbury (Il raconti di Canterbury, de Pier Paolo Pasolini, 1972)
El Decamerón (Il Decamerón, de Pier Paolo Pasolini, 1971)
Día del Juicio Final (Dag Vredens, Carl Th.. Dreyer, 1943)
Dragonheart (Rob Cohen, 1996)
El duque negro (Pino Mercanti, 1963)
Eduardo II (Eduardo II, Derek Jarman, 1991)
Enrique V (Enrique V, Laurence Olivier, 1944)
Enrique V (Enrique V, de Kenneth Branagh, 1989)
Erik, El vikingo (Erik, el vikingo, Terry Jones de 1989)
La espada negra (Francisco Rovira Beleta, 1976)
La espada normanda (Roberto Mauri, 1971)
Excalibur (John Boorman, 1981)
La flecha negra (Flecha Negro, Hugh John, 1985)
Francesco (Liliana Cavani, 1989)
Francesco d'Assisi (Liliana Cavani, 1966)
Francesco, Giullare di Dio (Roberto Rosellini, 1950)
Francisco de Asís (Francisco de Asís Curtiz, Michael, 1961)
Genghis Khan (Henry Levin, 1965)
Giovanna d'Arco al Rogo (Roberto Rossellini, 1954)
El halcón y la flecha (El halcón y la flecha, de Jacques Tourneur, 1950)
Hermano sol, hermana luna (Fratello única, sorella luna, Franco Zefirelli, 1972)
Los Invasores (Los Barcos Long, Jack Cardiff, 1963)
Iván El Terrible (Groznij Iván, Sergei M. Eisenstein, 1945)
Ivanhoe (Richard Thorpe, 1952)
Jerusalén Liberada (Gerusalemme Liberata, Carlo Ludovico Bragaglia, 1957)
Juana de Arco (Juana de Arco Victor Fleming, de 1948)
Juana de Arco (Juana de Arco, de Luc Besson, 1999)
Juana la Loca (Vicente Aranda, 2000)
Lady Godiva (Arthur Lubin, 1955)
Lady Halcon (Richard Donner, 1985)
La leona de Castilla (Juan de Orduña, 1951)
El león de invierno (The Lion in Winter, Anthony Harvey, 1968)
La leyenda de Genoveva (La leggenda di Genoveva, Arthur Maria Rabenalt, 1952)
Locura de amor (Juan de Orduña, 1948)
Lucrece Borgia (Christian-Jacque, 1950)
Mahoma, el mensajero de Dios (Mohammad, Messenger of God, Mustafá Akkad, 1977)
El manantial de la doncella (Jungfrukällan, Ingmar Bergman, 1959)
Marco Polo (Hugo Fregonese, 1961)
Mar de luna (Manuel Matji, 1995)
La máscara de la muerte roja (The Mask of the Red Death, Roger Corman, 1964)
La máscara de los Borgia (Bride of vengeance, Mitchel Leisen, 1949)
El milagro de los lobos (Le miracle des loups, André Hunebelle, 1961)
Le Moine et la sorcière (Suzanne Schiffman, 1987)
Los mongoles (I Mongoli, André de Toth, 1961)
Navigator, una odisea en el tiempo (The Navigator, a Medieval Odissey, Vincent Ward, 1988)
Los nibelungos (Die Nibelungen, Fritz Lang, 1924)
Los nibelungos (Die Nibelungen, Harld Reinl, 1967) La noche secreta de Lucrecia Borgia (Roberto Montero, 1982)
El nombre de la rosa (Il nome della rosa, Jean-Jacques Annaud, 1986)
Le notti di Lucrecia Borgia (Sergio Greco, 1959)
The Norseman (Charles B. Pierce, 1978)
Pajarracos y pajaritos (Uccellacci e uccellini, Pier Paolo Pasolini, 1966)
La papisa Juana (Pope Joan, Michael Anderson, 1972)
El puente de los suspiros (Piero Pieroti, 1964)
El rebelde (Michael Kofhaas, rebelde der, Volker Schlöndorff, 1969)
La reina Isabel en persona (Rafael Gordon, 2000)
La reina santa (Rafael Gil, 1947)
Ricardo III (Ricardo III, Laurence Olivier, 1955)
Ricardo III (Ricardo III, de Richard Loncraine, 1995)
La Rosa Negra (El Negro Rose, Henry Hathaway, 1950)
Santa Juana (Santa Juana, Otto Preminger, 1957)
El Señor de la Guerra (El señor de la guerra, Franklin J. Schaffner, 1965)
Los Señores del Acero (Flesh and Blood, Paul Verhoeven, 1985)
El séptimo sello (Det sjunde inseglet, Ingmar Bergman, 1956)
La Ruta de la Seda (Junya Sato, 1992)
El soldado de fortuna (Il Soldato di fortuna, Pasquale Festa Campanile, 1975)
Solimán El Conquistador (Solimano, conquistatore il, Mario Tota, 1961)
El talismán (Richard King y los cruzados, David Butler, 1954)
Teodora, emperatriz de Bizancio (Teodora, Riccardo Freda, 1954)
La torre de Londres (Torre de Londres, Rowland W. Lee, 1939)
Tres Historias de amor (Noches de Decameron, Hugo Fregonese, 1952)
El último valle (El último valle, James Clavell, 1971)
El valle de las espadas (Javier Setó, 1962)
Los vikingos (Los vikingos, Richard Fleischer, 1958)
The Warriors (Henry Levin, 1955)
Por Paseo El Amor y la Muerte (Un Paseo por el amor y la muerte, John Huston, 1969)
La pasión de Beatrice (Béatrice, Bertrand Tavernier, 1988)
La pasión de Juana de Arco (La pasión de Juana de Arco, Carl T. Dreyer, 1927)
Pedro el Cruel (Ferdinando Baldi, 1964)
La princesa Samarcanda (La Horda de Oro, George Sherman, 1951)
La princesa del Nilo (Harmon Jones, 1954)
El Príncipe de los Zorros (Príncipe de los zorros, el rey Enrique, 1949)
Le Procès de Jeanne d'Arc (Robert Bresson, 1961)
El puente de los suspiros (Il Ponte dei Sospiri, Mario Bonnard, 1940)

CIUDADES MEDIEVALES RECOMENDADAS

RECOMENDAMOS LAS SIGUIENTES CIUDADES POR TENER CARACTERÍSTICAS MEDIEVALES CLARAS Y DE FÁCIL LECTURA EN PLANOS E IMÁGENES.

ESTO NO IMPIDE QUE USEN EDIFICIOS SINGULARES COMO CATEDRALES GÓTICAS, CONSTRUCCIONES ROMÁNICAS O MONASTERIOS, ETC. DE OTRO LUGAR. LO MISMO PARA LA VIVIENDA.
SE RECOMIENDAN CIUDADES PARA LA PARTE URBANA ÚNICAMENTE.  EL TERRITORIO SERA SIENDO TODA EUROPA MEDIEVAL HACIENDO ZOOM SOBRE LA REGIÓN DE LA CIUDAD ELEGIDA.

AIGUES MORTES en territorio francés actual  en 1240
http://es.wikipedia.org/wiki/Aigues-Mortes


TOLEDO en territorio español actual  periodo de las tres culturas musulmana, judaica y cristiana en el 1080.
http://arquehistoria.com/alfonso-x-y-la-integracion-de-las-tres-culturas-en-la-toledo-medieval-4157


Lübeck en territorio alemán actual en 1143
La Ciudad Hanseática de Lübeck (en alemánHansestadt Lübeck)
http://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%BCbeck



SPLIT en territorio de Croacia actual desde el 800 al 1400
http://es.wikipedia.org/wiki/Split


Dubrovnik o Ragusa en territorio de Croacia actual desde el 900 al 1400
http://es.wikipedia.org/wiki/Dubrovnik


Hannover (Hanóver en español) en territorio alemán actual en 1000
http://es.wikipedia.org/wiki/Hannover


AVILA en territorio español actual  periodo entre el 800 y el 1400
http://www.arteguias.com/romanico_ambavila.htm


Ciudad fortificada de Carcasona  también conocida en francés como Cité de Carcassonne en actual Francia, región de la Languedoc- Rosellón muy cerca de la frontera con España.entre el  900 y el 1400

EMBARCACIONES


Réplica de las carabelas de Cristóbal Colón situadas en el "Muelle de las Carabelas", en Palos de la Frontera: en primer término, la Pinta y tras ella, la Santa María.
La mejor tecnología naval de Europa.

De forma constante, en los tratados de navegación y construcción naval del siglo XV y XVI, se hace especial hincapié en las diferencias estructurales que, desde antiguo, existían entre las embarcaciones destinadas a la exploración y las dedicadas al comercio. La travesía del Atlántico obligó a introducir diferentes mejoras en los barcos para adecuarlos fundamentalmente a vientos constantes y largas navegaciones "...el mar que ha(n) de navegar o para los negocios que ha(n) de servir. Porque se ha de servir para carga y mercancía ha menester una fábrica y, para la guerra, otra...", según nos relata Fernando Oliveira, navegante, y autor de un valioso tratado de arquitectura naval en la época.
Podríamos entender por nave comercial o de "merchante" a un barco de dimensiones "redondas", es decir, de manga considerable en relación con la eslora, y de alto bordo, es decir, con mayor capacidad de carga. Cada navío se ajusta a una líneas, medidas y proporciones en cuanto a casco y aparejo, según su propulsión, a vela (naos, carabelas, esquifes, etc.), remo, (galeras, galeazas, galeones agalerados, fragatas...) o mixtos, adecuándose al mismo tiempo a las características del mar y costas que ha de frecuentar: para mares tranquilos y de bajos "fazem naquella terra as suas urcas rasas por bayxo, e de fundo largo", de manera que la tradición de los carpinteros de ribera de la época, era fruto de una experiencia y arte de proporciones, acorde con los fines y medios de la navegación. La propia perfección del arte de la construcción naval perseguía las tres grandes virtudes de un barco: fortaleza, ligereza y velocidad.
Una de las cuestiones previas para el conocimiento de los barcos que cruzaron el Atlántico y sus cargas, es el establecimiento del arqueo (determinar la cabida de una embarcación) para lo cual es necesario conocer la unidad de arqueo utilizada en la época. La falta de normalización y los problemas que esto ocasionaba ya fue apuntada por Colón, quien en 1.494 sugirió la utilización generalizada del tonel sevillano como unidad de medida, sin olvidar que el concepto de arqueo, como desplazamiento de un barco, no aparecería hasta siglos posteriores, cuando fue posible calcular el peso del casco de la embarcación. Por ello, cuando obtenemos datos sobre las dimensiones de barcos de estas fechas, habremos de asignarlas a la capacidad de carga, en relación al volumen / peso que un barco podía transportar.

Las unidades de arqueo.

La falta de normalización de estas unidades ya mencionada, obliga a tener siempre presente la distinción entre toneles, relacionados con la carga, y toneladas, que desde antiguo tenían que ver con la determinación del sueldo. Por otra parte, será preciso valorar la localización geográfica de tales medidas, si en el norte de España, el Cantábrico o en Andalucía, concretamente en el golfo de Cádiz.

Los valores medios de cada medida son los siguientes:

Tonel cantábrico o macho = 1,5183 m/3
Tonel andaluz o tonelada de carga = 1,3844 m/3
Tonel portugués = 1,6374 m/3

En 1590 tuvo lugar en España la definitiva sistematización de la unidad de arqueo, que continuó en uso hasta el siglo pasado. La determinación exacta de la capacidad de carga de un barco, aspecto de fundamental importancia en relación con la prevención de fraudes, estimación del seguro, cuantificación de la tripulación, armamento necesario, etc., fue siempre una difícil cuestión incluso para los propios carpinteros de ribera. Las Ordenanzas de 1.505, 1.510, 1.511 y posteriores, establecían que los visitadores de la Casa de la Contratación debían determinar el arqueo de cada uno de los barcos preparados para cruzar el océano.
No obstante la experiencia adquirida, fundamentalmente en el mundo de la construcción naval, proporcionaba unos datos aproximados de los arqueos, sobre la base de las dimensiones de la quilla, manga y puntal, siendo este último la medida existente entre la cubierta y la quilla, es decir, calado mas francobordo, o "...lo que tiene de hueco de alto para bajo... lo que hay desde la primera cubierta fija medido a pique del árbol mayor hasta el plan por el ras de la quilla…”. En cuanto a la longitud de la quilla, en esta época se refería únicamente a su tramo recto, y no a los lanzamientos de proa y popa. Aunque hasta comienzos del siglo XVII no encontramos un sistema de arqueo, que vemos reflejado en la obra de Tomé Cano, "Arte para fabricar Naos" (1.611), es de especial interés la documentación que sobre este punto existe en el Archivo General de Simancas, ilustrativa para mediados del siglo XVI (1.552) del uso de un método de arqueo que requería la visita al barco una vez cargado:
"estando el dicho navío presto para hacerse a la vela, armado y adereçado y a punto para navegar...".
En la visita, se efectuaba una medición de la bodega del barco, calculando el número de pipas que podría albergar en cada "andana" o distintos niveles de almacenamiento de pipas, siendo el número usual de andanas, para un barco de aproximadamente 600 toneladas, de cuatro.
El número total de pipas resultante debía ser dividido por dos para obtener el número de toneles machos, número al que añadiéndole el 25 %, daba el volumen en toneladas de la embarcación.
El tamaño medio de los barcos utilizados en el tráfico Atlántico con fines comerciales, sufrió un progresivo aumento, fomentado por la Corona ya desde la época de los Reyes Católicos. A las embarcaciones de entre 600 y 1000 toneles (machos) se concedió un sueldo o "acostamiento" de 10.000 maravedíes por cada 100 toneladas, lo que posteriormente se amplió, en Real Cédula de Madrid, 6 de mayo de 1.563, a barcos con porte superior a 300 toneles. Otra medida encaminada a fomentar la construcción de barcos de mayor tonelaje, fue asimismo establecida por los Reyes Católicos por medio del otorgamiento de preferencia de carga o "privilegio de mayoría”.
No indican las anteriores acciones de la Corona sino una coincidencia con el parecer de los tratadistas navales del siglo, Fernando Oliveira, Juan Escalante…, quienes estiman como tonelaje medio recomendable para largas navegaciones oceánicas el de 500 toneles, "por que os pequenos, não forrão despeza". La bodega debía ser ocupada por provisiones, alimentos y armamento, no dejando apenas espacio disponible para mercaderías. Otro factor que subrayaba la conveniencia de los barcos grandes era el tema de la seguridad "porque de los ladrones mucho mejor se defiende el grande que el pequeño" (Oliveira). Vemos sin embargo que, si bien estos dos tratadistas contemporáneos coinciden en bastantes aspectos de sus disertaciones náuticas, Escalante subraya, en cuanto al porte recomendable de los navíos, el peligro de los huracanes para los barcos superiores a 500 toneladas, pues:
Las bodegas debían dar cabida a diversos materiales, provisiones y mercancías. Careciendo de ellas, era imprescindible recurrir a un lastre adecuado para asegurar una correcta navegabilidad, bien con arenas, guijarros o cualquier otro sustituto. Como norma general, la legislación trató de que la carga de un barco, bien se tratara de mantenimientos, bien de mercaderías, se realizara bajo cubierta, con la doble intención de controlar el volumen máximo de carga permitido y de no "embarazar" la gobernabilidad y defensa de la embarcación: "para que en todo tiempo los dichos marineros puedan laborar libremente". Era especialmente importante que la banda donde se ubicaba la barca, y por supuesto su interior, estuviera libre de cualquier tipo de cargamento, al igual que el castillo de popa o la zona donde se realizaba la maniobra de fondeo y de localización de anclas y sus cables:
"Y la nave que tiene puentes puede llevar debajo dellos, y del alcaçar, todo lo que pudieren, quedando libre la barca para sacarse y la pieça de artillería para jugarse. Y sobre la tolda de arriba, que es la segunda cubierta, no se ha de llevar nada... Y donde va y govierna a la artillería no se ha de llevar nada, salvo las caxas de los marineros y lombardas... Y no se puede cargar sobre las mesas de guarnición votas de bino ni de agua ni otra cosa pesada, sino lana y paja, o otra cosa liviana o tinajuelas pequeñas de agua... Ni en los castillos de avante se puede cargar cosa alguna de mercaderías de peso y las auitas han de estar libres para tomar las amarras... Y no se pueden cargar mercaderías en Capitana ni Almiranta, aunque sea con registro".
Las bodegas de los navíos que hacían la travesía atlántica almacenaban multitud de aparejos y pertrechos necesarios en la navegación. Se aconsejaba llevar al menos cuatro amarres, consistentes en cuatro anclas y los correspondientes cables, de manera que para una embarcación de unas 100 toneladas, suponían unos 20 quintales. Como hemos visto, armas, como ballestas, espingardas, lombardas, falconetes (además de la artillería que debía ser localizada en cubierta: lombardas de hierro y pequeños falconetes en las bordas) y municiones. La barca de los navíos debía alojarse en lugar seguro bien debajo del castillo, bien debajo de cubierta, pues constituía un elemento vital para la seguridad del barco; además se llevaba por lo menos un esquife o chalupa. El tamaño de la barca, imprescindible para entrar o salir de ciertos puertos, pasar zonas de bajos, exploración, comunicación entre la flota durante la travesía, embarque y desembarque, carga y descarga, arrastre en situaciones de calma… estaba de acuerdo con el del barco al que servía de auxilio: debía tener una capacidad de 1/50 parte del porte de ésta.
La carga de material pesado, se realizaba con la ayuda de un cabestrante o torno, situado debajo de la tolda, utilizado por lo general para las operaciones de fondeo. Como medio para evitar el fraude en el pago de impuestos y control de cargas, estaba prohibido el cargamento durante la noche, en medio del mar, bajo pena de confiscación, con la excepción de la descarga sin licencia en casos de ataque enemigo, con el fin de salvar la carga.
La persona responsable tanto del buen aparejo del navío, como de las mercaderías que se iban cargando y estibando era el maestre, quien llevaba cuenta de todo, además de revisar el estado de las velas, jarcias, timón, instrumentos náuticos y estado general del barco: calafateado, bombas de achique, amarres, batel y juegos de remos de éste, provisión de aceite, velas, eslabón, yesca, algodón y pedernal (todo ello para poder mantener siempre encendido el candil que debía iluminar la bitácora), y todo el material de respeto o repuesto.
El maestre era asimismo responsable de comprobar el estado de las provisiones de alimentos, entre los que se incluían animales vivos (gallinas, terneras, cerdos…, para alimento, o caballos y perros para el ejército y uso personal en Indias), la importante partida de agua, vino, leña, así como conservar toda la documentación referente a las mercancías que se transportaban, fletamientos y despachos, para evitar cualquier problema aduanero al llegar a puerto. La responsabilidad final del maestre con respecto a todo lo que se cargaba en el barco, queda reflejada en la normativa legal, estando obligado a afrontar las pérdidas imputables a su actuación, pudiendo citar una curiosa responsabilidad:
"Es a cargo del maestre de la nave el daño causado por los ratones en ella y sus cosas, por ser por su culpa si no es que en ella lleva gatos suficientes para los matar o usa de otra industria conveniente para ello..."
Normalmente las bodegas de los barcos, donde se estibaba la carga, estaban provistas de una protección, formada por un forro de madera que, a modo de doble fondo, evitaba que la carga estuviera en contacto con el agua que usualmente entra por las juntas del casco. Este forro estaba compuesto de tablones colocados en sentido de la manga, apoyados sobre unos maderos o sobre perfiles y no se calafateaban ni se fijaban a los apoyos. La estiba de la carga era, y sigue siendo, un factor importantísimo para la seguridad del buque, de manera que si no se ocupaba la totalidad de la zona de la bodega, o quedaban espacios vacíos, existía el peligro de producirse un movimiento de carga. Para evitarlo, era imprescindible rellenar las bodegas hasta los costados o valerse de lastre.

Bibliografía.

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Ciudad Medieval y su forma

Peculiaridades de la ciudad medieval

La creación urbana en la edad media, aun siendo un fenómeno generalizado en toda Europa presenta ciertas diferencias en la concepción del diseño urbano. En la Península Ibérica el proceso de creación urbana por la sociedad medieval cristiana fue muy intenso. Las tierras fronterizas ganadas a los musulmanes pronto comenzaron a acoger a población cristiana del norte peninsular generando numerosos núcleos urbanos de muy variado tipo.

Primeramente cabe distinguir entre ciudades de crecimiento orgánico  o espontáneo  y ciudades de nueva planta.

Crecimiento orgánico y planta irregular
Las ciudades que surgen, de forma espontánea, a partir de un primitivo enclave militar o religioso y que aglutinan entorno a sí población en progresión creciente, pueden dar origen  a posteriores ciudades, normalmente con una planta urbana compleja e irregular. En la Península Ibérica tenemos buenos ejemplos de este tipo de resultado urbanístico, que no responde a un diseño preconcebido. Al sur del río Duero se fueron instalando pequeñas poblaciones agrícolas y ganaderas en torno a sus  iglesias en los espacios ganados al poder musulmán. Estas minúsculas poblaciones estaban próximas unas a las otras y cuando se produjo el proceso urbanizador fueron los focos que generaron las ciudades. Ciudades como Salamanca aglutinaban dentro de sus murallas  a 35 parroquias que ocupaban una superficie cercada de 110 Ha. Soria igualmente acogía a numerosas parroquias y su superficie era de 100 Ha. No en todos los casos se pudo recoger dentro de las murallas a todas las aldeas del lugar, en Segovia y Valladolid algunas aldeas quedaron extramuros. Este modelo origina grandes superficies cercadas con un plano complejo, con varios puntos focales y grandes espacios vacíos en el interior. Sigüenza es otro caso complejo que dará origen a un plano polinuclear. Tuvo una pequeña “puebla” junto al castillo, en la parte alta, otra junto a la catedral en la zona media y una tercera “puebla” en la parte baja, en la antigua medina musulmana. Estos tres núcleos formaron la ciudad medieval aunque tardaron muchos años en constituir una unidad espacial.
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 Izqda.: Plano de Salamanca de 1858. Mantiene el recinto medieval
 Dcha: Foto aérea de Salamanca en 2001. Se aprecia perfectamente el recinto medieval
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 Siguenza con el castillo medieval

Nuevas creaciones y planta regular
Dentro del grupo de ciudades de planta regular podemos encontrar diversos modelos atendiendo especialmente a su origen.

A) Creaciones medievales sobre planta de origen romano
En primer término nos referiremos a las “nuevas ciudades” herederas de una planta urbana de origen romano. Son “nuevas creaciones urbanas” sobre soportes materiales urbanísticos antiguos. Utilizan el mismo emplazamiento de época romana, mantienen en muchos casos sus murallas y el trazado de las calles, pero incorporan los elementos propios de la cultura medieval, los centros religiosos . Estos ocupan extensas superficies en el centro urbano transformando en parte la retícula urbana romana, generando sus propios parcelarios medievales. En la Península Ibérica encontramos variados ejemplos de este modelo, los mas representativos son León y Zaragoza, en donde todavía hoy, en el parcelario actual se perciben los recintos romanos y la tama viaria.
 ZARAGOZA
B) Nuevas creaciones de planta regular
Se pueden ver ciudades de planta regular especialmente en zonas donde los monarcas tuvieron un especial interés por organizar el espacio con nuevas poblaciones concentradas que les permitía un mejor control del territorio, de sus pobladores y de sus rentas. La implantación urbana en el norte peninsular responde a dicha motivación. En esa zona las ciudades se caracterizan por ser de tamaño mediano-pequeño, algo menos de 10 Ha. pero suplen sus dimensiones individuales con el elevado número de centros  urbanos que se generan. Se crea una intensa red de núcleos urbanos que dinamizan la región. En la zona de Guipuzcoa, Vizcaya, Cantabria, Asturias y Galicia se crean mas de 100 poblaciones urbanas. Es especialmente importante la proliferación de puertos en el Cantábrico


Las nuevas plantas de dichas villas están programadas de inicio. Se trazan los recintos y se parcelan los espacios destinados a las viviendas de los vecinos, dejando muy poco espacio público libre.
Ensanche-San-Sebastian-Plano

Plano de San Sebastián.
En gris, la primitiva villa medieval; en rojo, el ensanche de época contemporánea.
C) Nuevas creaciones de ciudades en el camino de Santiago
Sin que podamos incluir a todas las ciudades que se crean en la ruta o camino de Santiago en un mismo modelo urbanístico hay una tendencia a crear villas y ciudades con un “plano itinerario” como lo define Torres Balbás Son poblaciones creadas en torno al camino con una calle larga y viviendas a ambos lados. Dicho plano según las villas y ciudades prosperan pueden generar calles paralelas y complicar dicho plano, pero siguen siendo reconocibles. Ejemplos de dichas estructuras parcelarias son entre otras, Castrojeriz y Santo Domingo dela Calzada.

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Desarrollo urbano de Santo Domingo de la Calzada
Según Martínez Martínez, Sergio. Santo Domingo de la Calzada. Una ciudad medieval en el camino de Santiago. Najera 2006.

URBANISMO MEDIEVAL : El caso Vasco

Cuestiones generales del urbanismo medieval

Trataremos ahora de describir brevemente los elementos más característicos del urbanismo vasco medieval. Son en general aspectos comunes a todas las villas de la época –no nos encontramos ante rasgos específicos únicamente de estas dos provincias-; sin embargo, los abordaremos de tal manera que la referencia a emplazamientos vizcaínos y guipuzcoanos sea constante.

Las murallas

Podemos considerar que las murallas constituían el elemento fundacional de la ciudad medieval. Estos muros, además de facilitar la defensa de la villa, marcaban sus límites territoriales y jurisdiccionales. También establecían las demarcaciones del sistema impositivo, tanto comercial como municipal. Las murallas podían cumplir la misión de elemento divisorio –de carácter social o étnico- dentro de la propia villa. Este fue el caso de Bilbao, tal vez la ciudad vizcaína más importante en lo que a diversidad –funcional y estructural- de fortificaciones se refiere.
La murallas establecían los límites territoriales y jurisdiccionales de la villa, pero no impedían su crecimiento. Las nuevas fortificaciones fueron incorporando poco a poco esos barrios y calles que antes se encontraban fuera de sus límites. Esos núcleos que rebasaron los muros obligaron a construir otros más amplios y extensos que los incluyeran. Es más, en numerosos casos las murallas antiguas fueron destruidas, levantándose en su lugar calles de curioso e inconfundible trazado. Este fue el caso de Estella y, una vez más, Bilbao, en cuyos planos se pueden apreciar las huellas de este fenómeno urbanístico.
Tampoco faltaron las construcciones adosadas a la muralla, especialmente las iglesias. De ellas se aprovechaban las altas y sólidas torres como un elemento defensivo más. Estas se incluían dentro de las fortificaciones, en ocasiones también como puertas de la villa. Esto explicaría la austeridad del diseño de muchas de estas construcciones. De entre estas hemos de destacar el caso de Segura.

El plano de la ciudad

La estructura urbana medieval estaba claramente condicionada por aspectos como la muralla, la estructura social de la población de la villa y la distribución de la propiedad. En lo referido a esta última cuestión, habría que decir del caso vasco que, al tratarse todo de propiedad real, esta era notablemente homogénea. Distinguiremos a continuación varios tipos de ciudades clasificadas en función del tipo de plano. Trataremos además de describirlas y poner ejemplos concretos de cada una.
- Las ciudades camino, cuyo ejemplo más claro fue Estella, se caracterizaron por su arcaica estructura: en ellas se confunden el camino y la calle. En estos casos podemos empezar a hablar de ciudad con la contrucción de murallas y el trazado de calles perpendiculares a la principal.
- Las ciudades de planta rectangular presentaban ya una estructura más compleja de carácter ortogonal. Además, estaban divididas en parroquias, y presentaban cierta jerarquización social del espacio.
- Las ciudades de recinto fortificado irregular con dos parroquias se caracterizaban porque las iglesias influían notablemente en la estructura urbana. Estas formaban plazas y condicionaban el trazado de las calles. Además, con sus altas torres, en muchos casos utilizadas como elementos defensivos, destacaban sobre los demás edificios de la villa. Es decir, configuraban el paisaje de la misma. En Vizcaya destacaron los casos de Marquina, Durango, Guernica y Bilbao.
- Las ciudades con una sola iglesia central presentaban, por el contrario, una estructura sencilla. En Guipúzcoa nos encontramos con ese modelo de plano en Mondragón, Segura, Vergara y Guetaria; y en Vizcaya hay que hablar de Puebla de Arganzón.
 
bilbao


Los arrabales

Aquellos espacios periféricos que, temporal o permanentemente, se mantuvieron fuera de los muros de la villa se llamaron arrabales. Eran estos núcleos que iban desarrollándose al margen, pero en las inmediaciones, de la ciudad. Dejaban, por tanto, de ser arrabales cuando se incluían en el área fortificada. Estos elementos fueron desarrollándose y urbanizándose a lo largo del medievo.

Sin embargo, hemos de distinguir varios modelos de arrabales. En primer lugar habría que hablar de los surgidos en torno a ciudades con un fin casi exclusivamente militar. En ellas este fenómeno apenas hechos raíces, como bien puede apreciarse en el caso de Segura. El caso contrario encontramos en otras villas donde el elemento humano y económico resultaba más importante. Sin duda los casos de Bilbao y Durango, cuyos arrabales fueron los más importantes de todo elo territorio vasco, constituyen el mejor ejemplo de este segundo tipo. En tercer lugar citaremos brevemente los espacios en torno a los que solían surgir estos núcleos de población. Hablamos de los caminos, las fuentes y el entorno de los conventos y torres mobiliarias, como bien podemos apreciar en Mondragón.

Urbanismo Medieval

La ciudad medieval francesa de Carcasone

Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de los habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado dentro de su área de influencia.
Tras la caída del Imperio Romano y las invasiones bárbaras, aparecen en occidente dos culturas importantes con concepciones totalmente diferentes de ciudad: el mundo islámico y el mundo cristiano, con la religión como centro de la civilización.

Ciudades cristianas

La Alta Edad Media está caracterizada por las sucesivas oleadas de invasiones que se sucedieron hasta el siglo X (los pueblos godos, germanos, musulmanes, vikingos, húngaros), que continuaron el proceso de ruralización y que imponen el feudalismo.
Las villas medievales tuvieron sus orígenes en las formas de explotación de los últimos tiempos del Imperio Romano y en las condiciones que se produjeron a raíz de las invasiones. Durante aquellos tiempos calamitosos, muchos pequeños propietarios prefirieron entregar su tierra a algún propietario poderoso y convertirse en siervos de éste a cambio de recibir su protección.
Así se va imponiendo poco a poco la sociedad feudal, donde un señor, era el dueño de las tierras. Un gran señor podía tener bajo su poder a cientos de villas, mientras que un feudo pequeño podía estar formado por una sola villa. La parte mas importante de la villa estaba formada por la casa señorial que muchas veces era un castillo fortificado.
 
Un vasallo arrodillado ante su señor realiza la inmixtio manum,un ritual que simbolizaba la protección que iba a recibir de él

Pero no sólo los señores feudales eran de condición laica, ya que también la Iglesia podía poseer tierras; muchos señores feudales también eran obispos.
Las ciudades tenían órganos de gobierno. Los ayuntamientos, castillos y las catedrales eran los edificios más importantes y eran el eje del gobierno de la ciudad, con lo cual los nobles feudales y obispos eran los encargados de dirigir las ciudades, prestaban homenaje a su rey y recaudaban impuestos.
Las ciudades cristianas no eran demasiado grandes y no tenían una desvinculación muy grande del campo, de hecho, muchos de sus pobladores se dedicaban a tareas agrícolas. Esto se debe a que los dos mundos, urbano y rural, están muy vinculados ya que uno depende del otro.
 En la baja Edad Media la situación variará. Las Cruzadas acercan a occidente y oriente, lo que favorecerá al comercio. Esto supondrá que las ciudades dejen de ser autárquicas y autosuficientes para pasar a comerciar y especializarse. Todo este proceso comenzó en Italia, donde llegaban productos de oriente, como la seda y las especias. Allí, la cantidad de bienes traídos desde oriente llego a ser tan grande que el comercio se fue extendiendo hasta cruzar los Alpes.

Un segundo sistema de comercio internacional se desarrolló en los mares del norte, de modo que la lana inglesa y paños flamencos eran llevados en barco por el Mar del Norte y el Mar Báltico a los puertos escandinavos y bálticos donde eran intercambiados por cueros, pieles, granos y madera.
Dentro de la ciudad existía un derecho jurídico llamado fuero que concedía a los villanos el privilegio de ciertos oficios, exenciones y obligaciones fiscales, y la celebración de ferias y mercados. Muchas veces se creaban ciudades donde la concesión de un fuero presentase una ventaja sobre el medio rural y favoreciese a la población de la urbe, tal es el caso de los cruces de caminos de los grandes ejes económicos, como el Camino de Santiago, los ríos navegables, la desembocadura o en el límite de la navegación, como por ejemplo en torno al Sena o en el Rin.
 
 La ciudad de León aprovechó la estructura romana.
Los elementos urbanísticos de estas ciudades van a ser heredados de los romanos y griegos. Se caracterizan por estar amuralladas, sus calles estaban organizadas de forma ortogonal, a pesar de que en algunas ocasiones se adaptaban al terreno y pueden parecer irregulares.
Las viviendas: las casas son muy humildes y no tienen sistemas de saneamiento, por lo que la vida se realiza en las calles y espacios públicos, como mercados, iglesias y plazas que se construyen en algunos casos porticadas para resguardar a la población de las inclemencias del tiempo.
Los barrios: dentro de las ciudades había segregación funcional. La ciudad estaba dividida en barrios y parroquias y en cada barrio o calle se agrupaban los diferentes oficios y gremios que controlaban la producción, la venta, los precios de los productos, la calidad y tenían ciertos privilegios. Hoy día existen calles como: la calle tinte, calle paños, calle zapateros, calle herreros; llamadas así por agrupar en el pasado a los distintos trabajadores de cada uno de los gremios en una calle determinada.
El mercado: en todas las ciudades se daba la existencia de plazas, en ellas se instalan los mercados y las ferias. En torno a la plaza se construían los edificios más importantes de la ciudad, como la Iglesia o la Catedral, el ayuntamiento, las casas gremiales, etc... Sin embargo el mercado no es permanente, el día a día de los ciudadanos estaba dedicado a cultivar la tierra y trabajar, y sólo en los días de fiesta se abrían los mercados. Aunque se podía ir a comprar los artículos de consumo a los productores, en sus barrios o calles.
 
Murallas de la ciudad medieval de Ávila.
Las murallas: el rey castellano Alfonso X El Sabio, definió la ciudad como un lugar cerrado por una muralla. Desde este momento la mayoría de ciudades se amurallan, tanto por motivos defensivos como con el fin de colocar una frontera territorial y judicial para los distintos fueros. También sirvieron para controlar la percepción de los impuestos de paso: portazgos, pontazgos y derechos de almacenaje. La muralla ,que al principio estaba un poco alejada de las casas para facilitar la defensa, pronto fué alcanzada por los edificios que incluso se podrían adosar a ella. La muralla imponía los límites de la ciudad, por ello las calles se fueron estrechando y se hicieron más irregulares, ya que todo el mundo quería vivir dentro para aprovechar sus fueros y no tener que pagar cada vez que se entrara a la ciudad. Aún así, cuando la ciudad no podía soportar más población, continuaron construyendo barrios fuera del recinto amurallado, llamados arrabales.

Como hemos dicho, en teoría la idea de la ciudad en la Edad Media es ser ortogonal, pero debido a las diversas ocupaciones y a la organización inicial de cada núcleo, conforman, con el paso del tiempo y la colmatación urbana, una ciudad irregular.
Con todo esto, podemos señalar distintos tipos de planos de las ciudades medievales cristianas:
 
 Lúbeck, modelo de ciudad medieval lineal.
1.Las ciudades lineales o de camino, que se caracterizaron por su arcaica estructura: en ellas se confunden el camino y la calle. En estos casos podemos empezar a hablar de ciudad con la construcción de murallas y el trazado de calles perpendiculares a la principal.

2.Las ciudades de planta rectangular, ortogonal o de bastidas, que presentaban ya una estructura más compleja de carácter ortogonal. Además, estaban divididas en parroquias, y presentaban cierta jerarquización social del espacio.
 
Ávila, modelo de ciudad rectangular.

3.Las ciudades circulares, que estarían en torno a un Castillo o en algunos casos, a una iglesia parroquial o la Catedral, que afectan notablemente al trazado de las calles haciéndolas circulares.
 
Aviñón, una ciudad circular, construida en torno al Castillo Palacio de los Papas

En cuanto a población, las ciudades cristianas no eran demasiado grandes. La mayoría no supera los 15.000 habitantes. Algunos ejemplos de ciudades de este tipo son: Constantinopla (seguía siendo la ciudad más poblada cristiana por encima de París o Roma), Venecia, Pisa, Lübeck, Colonia, Brujas, Marsella y Valladolid.